miércoles, 22 de agosto de 2018

Crítica: The Equalizer 2 (2018)

FICHA TÉCNICA
Título: The Equalizer 2 País: Estados Unidos Género: Acción, Crimen, Thriller Duración: 121 minutos Director: Antoine Fuqua Guión: Richard Wenk, basado en el personaje creado para televisión por Michael Sloan y Richard Lindheim Productores: Todd Black, Jason Blumenthal, Tony Eldridge, Antoine Fuqua, Michael Sloan, Denzel Washington, Richard Wenk, Molly Allen, David J. Bloomfield, Kat Samick, Steve Tisch, Alex Siskin, Mace Neufeld Música: Harry Gregson-Williams Fotografía: Oliver Wood Montaje: Conrad Buff IV Intérpretes: Denzel Washington, Pedro Pascal, Ashton Sanders, Orson Bean, Bill Pullman, Melissa Leo, Jonathan Scarfe, Sakina Jaffrey, Kazy Tauginas, Garrett Golden, Adam Karst, Caroline Day Estreno en España: 10 de agosto de 2018 Calificación por edades: No recomendada para menores de 18 años




SINOPSIS: Regresa a la gran pantalla Robert McCall, el veterano ex-agente del gobierno que decide seguir combatiendo por su cuenta contra delincuentes, secuestradores o cualquier tipo de extorsionador, por muy arriesgados que sean. Pero en esta ocasión, este justiciero va a tener que enfrentarse a un caso en el que entrarán en juego cuestiones muy personales. Y es que Susan Plummer, su compañera de la CIA, una ex-agente retirada, ha desaparecido. (Fuente: Sensacine)

CRÍTICA: En una dilatada carrera que se extiende durante más de 30 años, Denzel Washington (Mount Vernon, 1954) nunca había participado en una secuela de ninguno de sus éxitos. Pero el hecho de que The Equalizer: El protector (2014) funcionara estupendamente tanto a nivel de taquilla como de crítica, animó a los responsables a embarcarse en una segunda parte, conscientes de que Robert McCall, el personaje interpretado por Washington, tenía mucho recorrido por delante. También repiten el director, Antoine Fuqua (Pittsburgh, 1965) y el encargado del libreto Richard Wenk (Plainfield, 1956), que, aunque no dejan de dotar a la película de una línea continuista reflejada en las virtudes que iluminaron la primera parte, optan por aportarle matices nuevos con el objetivo de enriquecer el producto final, aunque de manera algo irregular, lo que acaba suponiendo un pequeño obstáculo en su desarrollo narrativo.

                     La fórmula evoca a la de la primera parte en su esquema principal. Robert McCall es un ex-militar retirado que lleva una vida (aparentemente) tranquila, salvo cuando se dedica a ayudar a gente con problemas, momento en el que no duda en emplear todas sus habilidades para acabar con las injusticias. En "The Equalizer" tan solo se adivinaban pequeños esbozos de la personalidad de McCall, ya que la información venía con cuentagotas, además de recalcar constantemente su ostracismo voluntario. En "The Equalizer 2" el escenario varía sustancialmente, ya que nos encontramos con un personaje que se ha abierto al mundo y que no rehuye el contacto social. Y aquí es donde encuentro el principal problema de la película, ya que el metraje se alarga en exceso por las conversaciones que McCall mantiene con varios de los personajes de la cinta, conversaciones en muchas ocasiones vacuas e innecesarias, redundantes y que no aportan nada a la trama ni tampoco al perfil del protagonista, más allá de recalcar que es un buen hombre preocupado por sus el bienestar de sus conciudadanos, el prototipo perfecto de antihéroe. Tal vez la relación más interesante es la que mantiene con su joven vecino, Miles, enfocada desde un evidente prisma paternofilial. Por otro lado, el guión es bastante sobrio, con una historia que, al contrario de muchas de las últimas películas de espías, se sigue con relativa facilidad al no centrarse en una trama enrevesada, amén de contar con un par de giros que se ven venir de lejos.


                   Fuqua rinde a gran nivel en lo que es su auténtica especialidad, las escenas de acción. Están bien dosificadas a lo largo de todo el metraje, destacando por su solvente manejo de la cámara y por ofrecer una violencia cruda, seca, sin demasiadas florituras, destacando dos por encima de todas una que se sucede en el interior de un coche, con un plano realmente sublime, y por otro lado la que cierra la cinta, un ejercicio visual y de montaje de sonido sencillamente espectacular, con un duelo al más puro estilo del "spaguetti western". La banda sonora original no tiene una presencia demasiado destacable, más allá del tema central que ya escuchamos en la primera parte.

                     En definitiva, una película que intenta ofrecer algo más que su antecesora pero que patina en el tratamiento de las novedades, centrándose en conversaciones bastante triviales e innecesarias para redundar en la personalidad y comportamiento del protagonista pero que ralentizan en ocasiones el relato. En lo relativo al apartado técnico no hay nada que objetar: buena fotografía y buen sonido al servicio de un puñado de escenas de acción sobriamente rodadas. 

 NOTA: 6,75/10     

viernes, 17 de agosto de 2018

Crítica: Megalodón (2018)

FICHA TÉCNICA
Título: The Meg País: China, Estados Unidos Género: Acción, Horror, Ciencia-Ficción Duración: 117 minutos Director: John Turtletaub Guión: Dean Georgaris, John Hoeber, Eric Hoeber Productores: Belle Avery,  Lorenzo di Bonaventura, Colin Wilson, Jie Chen, Barrie M. Osborne, Chunzi Wang, Chi-Li Wong, Chantal Nong, Randy Greenberg Música: Harry Gregson-Williams Fotografía: Tom Stern Montaje: Steven Kemper, Kelly Matsumoto Intérpretes: Jason Statham, Bingbing Li, Rainn Wilson, Cliff Curtis, Winston Chao, Shuya Sophia Kai, Ruby Rose, Page Kennedy, Robert Taylor, Ólafur Darri Ólafsson, Jessica McNamee, Masi Oka, Raymond Vinten, Hongmei Mai, Wei Yi, Vithaya Pansringarm, Rob Kipa-Williams, Tawanda Manyimo Estreno en España: 10 de agosto de 2018 Calificación por edades: No recomendada para menores de 12 años



SINOPSIS: Un submarino de aguas profundas, que forma parte de un programa internacional, es atacado por una enorme criatura y queda averiado en el fondo de la fosa oceánica más profunda del Pacífico, con su tripulación atrapada en el interior. El tiempo se acaba y un oceanógrafo chino, el Dr. Chang, recluta a Jonas Taylor, un especialista en rescate en aguas profundas, en contra de los deseos de su hija Suyin, que cree que puede rescatar a la tripulación por sus propios medios. Pero ambos deberán unir sus fuerzas para salvar a la tripulación y también al océano de una amenaza imparable. (Fuente: Filmaffinity)

SINOPSIS: Hace ya varios años que llegó por casualidad a mis manos una novela de la que no tenía ninguna referencia, y era raro, puesto que todo lo relacionado con los tiburones (en especial las películas) siempre me ha atraído. Dicha novela era MEG (1997) de Steve Alten, que sin ser una maravilla trataba un tema interesante, la posibilidad de que el Megalodón, un enorme tiburón prehistórico, hubiera sobrevivido hasta nuestros días. Vamos, que había material de sobra para que los grandes estudios de Hollywood se fijarán en el libro para llevarlo a la gran pantalla. El problema es que el proyecto fue pasando de unas manos a otras, se barajaron multitud de directores y el guión se reescribió una y otra vez, sin que la empresa llegara a buen puerto. Finalmente el trabajo cayó en las manos de Jon Turteltaub (New York City, 1963), uno de esos directores cumplidores y competentes que tanto abundan en Hollywood, cuyos mayores éxitos son Mientras dormías (1995) y La búsqueda (2004). Con un presupuesto de unos 130 millones de dólares, nos ofrece una película entretenida, someramente filmada y con un par de escenas de acción destacables, pero que, lamentablemente, se queda a años luz de lo que podría haber sido, teniendo en cuenta el material que manejaba. Veamos las sombras y alguna otra luz que proyecta uno de los blockbusters del verano.


                          El principal problema que le encuentro a "Megalodón" es la falta de valentía de los responsables. El director se queja de que no le han dejado presentar al público la película que había rodado, ya que los productores no contemplaban la posibilidad de que el film recibiera la calificación "R", es decir "No recomendada para menores de 18 años", por lo que decidieron prescindir de algunas escenas para obtener la calificación "PG-13". Yendo al grano, estamos hablando de una película en la que aparece un tiburón de 25 metros y en la que no vemos prácticamente ninguna escena sangrienta, incluso cuando devora a alguno de los personajes. Este detalle me parece una absoluta tomadura de pelo al espectador que acude al cine esperando una auténtica explosión de muerte y destrucción, y supone un hándicap importante para la película, reflejándose dicho lastre en escenas como la de la abarrotada playa china, que enfocándola de otro modo podría haber sido apoteósica. Por otro lado, los ataques del tiburón terminan siendo bastante repetitivos, llegando a perder el factor sorpresa, ya que salvo alguna contada ocasión sabemos cuándo va a aparecer el escualo en escena. Se abusa demasiado del humor, mal utilizado e innecesario en ocasiones, producto de un guión que no destaca principalmente por la calidad de los diálogos de los personajes. Vamos, que nos importan un pimiento, porque aquí la estrella es el tiburón, y tarda la friolera de 40 minutos en dar la cara por primera vez.




                            Pocas virtudes atesora la película más allá de ser entretenida, aunque bien es cierto que las prácticamente dos horas de metraje se antojan bastante largas en ocasiones, provocando cierta sensación de lentitud en ocasiones. Los efectos especiales son impresionantes, el tiburón luce perfectamente en pantalla, aunque como en otras muchas películas de este tipo, el animal cambia de tamaño de unos planos a otros. Paradójicamente, el suspense está muy bien llevado durante la primera media hora de la película, justo cuando el tiburón no aparece en pantalla, herencia directa del clásico por excelencia en estas lides, Tiburón (1975), que destacaba por lo que se intuía más que por lo que mostraba. Talento se llama.

                           Jason Statham (Derbyshire, 1967) llevaba ya tiempo mereciendo un blockbuster de estas características, ya que llevaba un tiempo moviéndose entre películas de bajo presupuesto que frenaban su candidatura a "héroe de acción" del nuevo milenio. Aporta al personaje de Jonas Taylor su habitual chulería y frases lapidarias, aunque por razones obvias no puede desplegar todos sus conocimientos en artes marciales, por lo que sus escenas de acción se reducen a ejecutar piruetas imposibles para escapar en el último momento de las terribles dentelladas del Megalodón. Poco más podemos destacar del resto del reparto, repleto de actores asiáticos, peaje obligado debido al hecho de que casi todo el presupuesto de la película proviene de las arcas chinas.  

                         En definitiva, una película que no constituye un absoluto desastre pero tampoco el pelotazo que se presuponía, no sabiendo definir en ningún momento su estatus, ya que se queda a medio camino entre tomarse en serio a sí misma o el desmadre más absoluto, en la que se echa en falta más sangre en el agua al no explotar al 100% sus potenciales virtudes, quedando en un (liviano) pasatiempo veraniego que, eso sí, nos provocará un un escalofrío cada vez que metamos el pie en el agua este verano...

NOTA : 5,5/10