jueves, 10 de enero de 2019

Crítica: Cadáver (2018)

FICHA TÉCNICA
Título: The possesion of Hannah Grace País: Estados Unidos Género: Horror, Misterio, Thriller Duración: 86 minutos Director: Diederik Van Rooijen Guión: Brian Sieve Productores: Andrea Ajemian, Glenn S. Gainor, Todd Garner, Sean Robbins Música: John Frizzell Fotografía: Lennert Hillege Montaje: Stanley Kolk, Jake York Intérpretes: Shay Mitchell, Grey Damon, Kirby Johnson, Nick Thune, Louis Herthum, Stana Katic, Maximillian McNamara, Jacob Ming-Trent, James A. Watson JR., Marianne Bayard, Adrian M. Mompoint, Matt Mings, Gijs Scholten van Aschat, Guy Clemens, Sean Burns, Andrea Lyman, George J.Vezina, Lexie Roth Estreno en España: 30 de noviembre de 2018 Calificación por edades: No recomendada para menores de 16 años





SINOPSISUn estremecedor exorcismo se vuelve incontrolable, cobrándose la vida de una joven. Meses después, mientras Megan Reed trabaja en el turno de noche de la morgue, recibe un cadáver desfigurado. Sola y encerrada en los pasillos del sótano, Megan comienza a experimentar espeluznantes visiones.

CRÍTICA: Dentro del cine de terror, el ya manido y explotado subgénero de posesiones demoníacas nos ofrece otro producto que demuestra que es necesaria una vuelta de tuerca que posibilite el ofrecernos algo con un mínimo de interés. El trailer de "Cadáver" prometía ese cambio, pero como ocurre muchas veces, la película no cumple con las expectativas generadas, lo que suma una nueva decepción para el espectador deseoso de pasar miedo en la sala. Por ello, lo que parecía que iba a ser un soplo de aire fresco termina siendo un subproducto con aroma a naftalina dirigido principalmente al público adolescente, con muchos más errores que aciertos y que, evidentemente, no perdurará demasiado en nuestra memoria.



                              Y la cuestión es que la película cuenta con una prometedora e impactante escena inicial centrada en un exorcismo, escena que no tiene solución de continuidad con lo que vemos durante el resto del metraje. El film adolece de un montaje totalmente inexperto, con situaciones anticlimáticas y con un lastre reflejado en lo monótomo y repetitivo del esquema. Es decir, no para de suceder lo mismo una y otra vez, sin que el director sea capaz de darle la fluidez necesaria para que una película de menos de hora y media no termine haciéndose pesada. Además se intenta potenciar el componente dramático, dando cabida a los traumas del pasado que acosan a la protagonista, objetivo loable si se hubiera tenido el cuenta el desarrollo psicológico del resto de personajes, que no dejan de ser meros elementos decorativos cuyo principal cometido es ser víctimas del mal que recorre los pasillos de la morgue en la que se desarrolla la historia. No todo iba a ser negativo, la ambientación está muy lograda, sacando bastante partido del escenario en el que se desarrolla la trama y de la iluminación. Destacable es también el diseño de sonido, con los espeluznantes crujidos que hace el demonio cuando se contorsiona. 


                                Shay Mitchell (Toronto, 1987), que encarna a Megan Reed, la ex-policía que empieza a trabajar en el turno de noche de la morgue, se esfuerza por construir un personaje con cierta complejidad a nivel psicológico, pero el endeble guion tira ese ímpetu por tierra, además de que algunas de sus acciones no terminan de tener demasiado sentido. Kirby Johnson demuestra sus dotes de bailarina y contorsionista, haciendo que el cadáver de Hannah Grace haga movimientos que parecen literalmente imposibles. El resto del reparto está a un nivel bastante flojo, como ya he comentado con anterioridad.

                                 En definitiva, una película que prometía bastante pero que se queda en el intento y que no aporta nada nuevo al tema de los exorcismos, con una historia que va dando bandazos sin sentido y que se vuelve demasiado repetitiva en su desarrollo.  

NOTA: 4,5/10