viernes, 3 de agosto de 2012

Crítica: El pianista (2002)

FICHA TÉCNICA

Película: The Pianist. Dirección: Roman Polanski. Países: Francia, Alemania, Reino Unido, Polonia, Holanda. Año: 2002. Duración: 148 min. Género: Drama. Interpretación: Adrien Brody (Wladyslaw Szpilman), Thomas Kretschmann  (Capitán Wilm Hosenfeld), Daniel Caltagirone (Majorek), Frank Finlay (Padre), Maureen Lipman (Madre), Emilia Fox (Dorota), Ed Stoppard  (Henryk), Julia Rayner (Regina), Jessica Kate Meyer (Halina), Ruth Platt (Janina) Guión: Ronald Harwood; basado en la novela "El pianista del guetto de Varsovia" de Wladyslaw Szpilman. Producción: Roman Polanski,Robert Benmussa y Alain Sarde Música: Wojciech Kilar. Fotografía: Pawel Edelman. Diseño de producción: Allan Starski. Vestuario: Anna B. Sheppard. Montaje: Hervé de Luze.






SINOPSIS: Wladyslaw Szpilman, un brillante pianista polaco de origen judío, vive con su familia en el ghetto de Varsovia. Cuando, en 1939, los alemanes invaden Polonia, consigue evitar la deportación gracias a la ayuda de algunos amigos. Pero tendrá que vivir escondido y completamente aislado durante mucho tiempo, y para sobrevivir tendrá que afrontar constantes peligros.


     Hay películas que llegan a rayar en la dureza extrema, pero que lamentablemente son necesarias, necesarias para que no olvidemos los momentos más sórdidos y sonrojantes de nuestra existencia como seres humanos. Películas que te remueven las entrañas y cuyo visionado despierta un torrente de emociones que van desde la indignación hasta el más profundo de los incómodos. Son múltiples las ocasiones en las que se ha trasladado a la gran pantalla todo los sucedido en el Holocausto, especialmente en la brillante e imprescindible La lista de Schindler (1993), de Steven Spielberg, pero la que nos ocupa trata sobre los acontecimientos que precedieron a esa infamia, la creación del ghetto de Varsovia. Roman Polanski se erige en un narrador con autoridad para tratar este tema, ya que debido a su origen polaco, vivió en sus propias carnes los hechos que se narran en esta película, por lo que podemos tener claro que todo lo que en ella se cuenta tiene un halo de veracidad que avala el resultado final.


     A través de una dirección formal y un evidente clasicismo narrativo milimétricamente ejecutado, Polanski divide el periplo de Szpilman en un tríptico en el que no escatima en escenas duras que pueden ser consideradas como gratuitas por el más impresionable de los espectadores. La primera parte de la película se centra en la familia de Szpilman, en cómo poco a poco van sufriendo las consecuencias de la instauración del guetto, perdiendo todo su dinero, su trabajo, sus pertenencias, hasta un final que no por esperado termina poniéndonos un nudo en el estómago. En la segunda parte, quizá la mejor para mi gusto, observamos la lucha del protagonista por sobrevivir, ayudado por algunos de los amigos que tenía antes del conflicto. La última parte, la más corta pero quiza la más cargada de simbolismo, contiene una de las escenas más bonitas y poéticas de la última década, ya que supone un rayo de esperanza entre tanta barbarie. Las tres partes están perfectamente conjugadas y ejecutadas, y a pesar de ser una película de dos horas y media, en ningún momento sentimos que se esté haciendo larga.



     Con Chopin sonando de fondo durante toda la película, remarcando el abismo existente entre la poética y la belleza de la música frente al horror que la guerra despliega, Polanski nos hace partícipes de la odisea de Szpilman, especialmente a través de aquellas escenas en las que el protagonista se asoma a una ventana o a una rendija para ser testigo de las atrocidades cometidas por los nazis. Como ya he comentado en varias ocasiones a lo largo de la crítica, la película contiene escenas duras pero necesarias, como el momento en el que arrojan a un anciano parapléjico por una ventana o las frecuente ejecuciones masivas. Para captar de manera veraz lo que nos cuenta la historia, Polanski se ha rodeado de un gran equipo técnico, que nos ofrece una fotografía de una calidad exacerbante o un diseño de producción que hace que las escenas en las que el protagonista camina por una Varsovia derruida e inhabitada caigan como una losa en nuestra conciencia.


     Si de lo que hablamos es de interpretaciones, Adrien Brody hace suyo a Szpliman, aunque debemos señalar que estos papeles constituyen un caramelo muy apetecible para cualquier actor que se precie. Pero hay que tener la capacidad necesaria para encarnar de manera magistral el descenso a los infiernos de un pianista acomodado que asiste con incredulidad a todo lo que está sucediendo a su alrededor, sufriendo una transformación física a la vez que mental, que le lleva al límite de sus posibilidades y de su razón, y que no sucumbe finalmente a la locura gracias a su música. Corto, pero intenso, es el papel que nos ofrece Thomas Kretschmann como el oficial nazi que se presenta como el inesperado salvador de Szpilman.


     En definitiva, una grandísima película sobre una de las etapas más oscuras del ser humano, en la que el director no toma partido por nadie, dejándonos claro que había nazis con corazón y también judíos que no dudaron en traicionar a sus congéneres para salvar la vida. Es una película sobre el horror, pero también una película que deja un resquicio para la esperanza, que nos recuerda que todavía queda algo de humanidad en nosotros.

LO MEJOR: La ambientación; la música de Chopin; la interpretación de Adrien Brody; la escena con el oficial nazi.

LO PEOR: La crudeza que su realismo conlleva.

MI NOTA: 9,5/10

                                             TRAILER

No hay comentarios:

Publicar un comentario