miércoles, 4 de julio de 2018

Crítica: Hereditary (2018)

FICHA TÉCNICA
Título: Hereditary País: Estados Unidos Género: Drama, Horror, Misterio Duración: 127 minutos Dirección: Ari Aster Guión: Ari Aster Productores: Gabriel Byrne, Tyler Campellone, Scott E. Chester, Toni Colette, Beau Ferris, Kevin Scott Frakes, Jonathan Gardner, William Kay, Lars Knudsen, Ryan Kreston, Buddy Patrick, Jeffrey Penman, Brandon Tamburri Música: Colin Stetson Fotografía: Pawel Pogorzelski Montaje: Lucian Johnston, Jennifer Lame Intérpretes: Gabriel Byrne, Toni Collette, Alex Wolff, Milly Shapiro, Mallory Bechtel, Jake Brown, Ann Dowd, Jarrod Phillips, Zachary Arthur, Heidi Méndez, Moises L. Tovar, Brock McKinney, Rachelle Hardy, Marilyn Miller, Shane Morrisun Estreno en España: 22 de junio de 2018 Calificación por edades: No recomendada para menores de 16 años



SINOPSIS: Cosas extrañas comienzan a suceder en casa de los Graham tras la muerte de la abuela y matriarca, que deja a su hija Annie en herencia su casa. Annie Graham, una galerista casada y con dos hijos, no tuvo una infancia demasiado feliz junto a su madre, y cree que la muerte de ésta puede hacer que pase página. Pero todo se complica cuando su hija menor comienza a ver figuras fantasmales, que también empiezan a aparecer ante su hermano.

CRÍTICA: Cada cierto tiempo aparece por nuestras pantallas una película que lleva colgada la etiqueta de "la experiencia más aterradora jamás vista", siendo los ejemplos más recientes Babadook (2014), It Follows (2014) y La Bruja (2015). Sinceramente, cada vez que se anuncia una película así me suelo mostrar cauto y escéptico, ya que por lo general la película en cuestión me termina decepcionando, echando por tierra una expectativas más que halagüeñas. Esta vez le ha tocado a "Hereditary" ostentar el título de "película más terrorífica de la historia" hasta el punto de ser calificada como "El exorcista" de esta generación, y eso ya son palabras mayores. Abstrayéndome de todos los comentarios positivos que había leído, decidí acercarme al cine sin ningún tipo de condicionante externo, sin saber prácticamente nada del argumento y con la esperanza de encontrarme con una película que por fin me helara la sangre. Tres días después de verla todavía sigo dándole vueltas en mi cabeza a lo que he visto, algo que hacía tiempo que no me ocurría. Me he encontrado con un drama familiar con tintes terroríficos, enmarcado en una atmósfera opresiva, desasosegante, que genera un mal rollo insano del que te quieres desprender pero que te atrapa y te conduce a un cúmulo de sensaciones muy variadas. Pequeños detalles hacen que no se convierta al instante en una obra maestra, pero sin duda nos encontramos ante una película sobresaliente,un clásico instantáneo del cine de terror, que exige más de un revisionado para encajar todas las piezas.

                            
                               Lo que comienza como un ensayo sobre una familia bastante disfuncional que afronta la muerte de la madre de la protagonista, con la cual tenían una relación insana y poco convencional se va tornando poco a poco en una perturbadora e hipnótica sucesión de acontecimientos que, al igual que a los protagonistas, van dejando cada vez más descolocado al espectador, ya que el director de la película,el debutante en el largometraje Ari Aster, no toma el camino fácil, no sigue la hoja de ruta que marcan las películas de terror de rápido consumo y fácil olvido, sino que va cociendo la trama a fuego lento, con un estilo muy personal en cuanto a dirección y ambientación. Es por ello que todos los espectadores que se acerquen a las salas de cine esperando ver una película de terror al uso, se sentirán, como poco, estafados. Aquí el horror yace en aspectos tan mundanos como el dolor por la pérdida o la culpabilidad por los errores del pasado, aunque también hay tiempo para escenas de un terror tan explícito que resulta apabullante, como resultado del descenso a los infiernos de todos y cada uno de los miembros de la familia.

   
                                Sin duda, uno de los aspectos a destacar de la cinta, y que ya he comentado con anterioridad, es la dirección de Ari Aster, apoyada en la excelente fotografía de Pawel Pogorzelski y en la inquietante banda sonora de Colin Stetson, con una partitura capaz de tensar nuestros nervios con apenas par de notas. Volviendo al tema de la dirección, constituye un eficaz instrumento para acentuar esa atmósfera malsana que proyecta una constante sensación de amenaza. No estamos a gusto en la butaca, nos removemos y en ocasiones nos gustaría apartar la mirada. Es magistral el modo en el que el director usa la perspectiva como si estuviéramos mirando dentro de una casa de muñecas, las mismas que usa Annie para fabricar esos inquietantes dioramas que sirven para contar detalles ocultos que sirven para entender la historia. 

 
                                     En el apartado interpretativo destaca la fuerza de las protagonistas femeninas. Toni Collette (Sydney, 1972) sigue haciendo gala de su inmensa capacidad para desarrollar personajes al límite, y aquí nos ofrece una interpretación estratosférica, haciendo desfilar por la pantalla todo un repertorio de emociones llevadas al extremo. Milly Shapiro, que encarna a Charlie, su hija, nos ofrece un personaje que en más de una ocasión pondrá a prueba nuestros nervios, y que participa en una de las escenas más impactantes de la película. Por último, Ann Dowd, especialista en personajes especialmente desagradables (El cuento de la criada o The Leftovers) tiene una breve pero decisiva participación en la trama. Completan el elenco el veterano Gabriel Byrne, como el marido de Annie y Alex Wolff, como el hijo mayor de la pareja. 

                                      En definitiva, una muestra más de que el cine indie de horror está en auge, sazonado con un drama familiar contundente y que tiene su mayor virtud en una dirección que intensifica la atmósfera amenazante que nos va envolviendo. Como puntos en contra, quizás encontramos una serie de escenas que (de manera involuntaria, supongo) se prestan a la carcajada y un último acto en el que las cosas se van de madre un poquito. Cine no apto para el consumo de aquellos espectadores que buscan una película de terror apoyada en los convencionalismos del género, pero para mí cine en mayúsculas, de ese que deja poso y que no te puedes quitar encima en mucho tiempo.

NOTA: 9/10 

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