miércoles, 4 de enero de 2017

Crítica: Hasta el último hombre (2016)

FICHA TÉCNICA
Título original: Hacksaw Ridge País: Estados Unidos, Australia Duración: 131 minutos Género: Drama, Histórico, Bélico Director:  Mel Gibson Guión: Robert Schenkkan, Andrew Knight Productores: Michael Bassick, Lawrence Bender, Terry Benedict Música: Rupert Gregson-Williams Fotografía: Simon Duggan Montaje: John Gilbert Intérpretes: Andrew Garfield, Sam Worthington, Hugo Weaving, Vince Vaughn, Luke Bracey, Theresa Palmer Estreno en España: 7 de diciembre del 2016 Calificación por edades: No recomendada para menores de 16 años


SINÓPSIS: Segunda Guerra Mundial. Desmond Doss (Andrew Garfield), un joven contrario a la violencia, se alista en el ejército de los EEUU con el objetivo de servir como médico durante la guerra. Tras enfrentarse a las autoridades militares y a un juicio por su negativa a empuñar un arma, consigue su objetivo y es enviado a servir como médico al frente japonés.

CRÍTICA: Si algo ha demostrado Mel Gibson (Peekskill, 1956) a lo largo de su carrera ha sido esa inmensa capacidad para no dejar a nadie indiferente, tanto en su faceta interpretativa como, especialmente, en su trabajo detrás de las cámaras. Ambas dimensiones nunca han estado exentas de polémicas, con acusaciones de homofobia y antisemitismo y problemas con el alcohol entre otras cosas. Él se mueve como pez en el agua en este ambiente, y a través de su cine deja que el espectador decida qué es lo que trata de denunciar con las películas que dirige, películas que financia en gran parte con dinero de su propio bolsillo, lo que le permite hacer lo que quiere y como quiere. Tras abordar diversos géneros, era cuestión de tiempo que Gibson se atreviera con el cine bélico, y en "Hasta el último hombre" deja sus habituales sellos de identidad, aquellos que han convertido a Gibson en uno de los directores más viscerales de la actualidad.

                          La principal sensación que me dejó "Hasta el último hombre" es la de haber visto dos películas en una. Y aunque considero que el primer tramo de la historia es necesario para explicar las motivaciones de los personajes, veo situaciones demasiado forzadas (como la historia de amor entre el soldado y la enfermera) y un repetitivo tratamiento de la ideología de Desmond Doss, lo que convierte en redundantes muchos de los minutos de este primer acto. Todo ello aderezado con constantes referencias a la Biblia y al catolicismo, al tener la familia del protagonista unas profundas convicciones religiosas. Además, toda la parte del entrenamiento militar me parece bastante floja, pero sin duda eso es culpa de R. Lee Ermey y su memorable Sargento Hartman en La chaqueta metálica (1987) de Stanley Kubrick, además de un flagrante error de casting. A pesar de estar rodada de manera eficiente por el director, sientes que la película no termina de arrancar, y ese ritmo cansino resta bastantes puntos a la valoración final.

                            Es en la segunda parte del metraje, esa en la que nos metemos de lleno en las trincheras, donde el bueno de Mel empieza a encontrarse totalmente a gusto y donde usa todos los mecanismos necesarios para que sus películas funcionen a la perfección, que no son otros que una dirección firme, sin fisuras, y una capacidad notable para mostrar la violencia en su máxima expresión. Sientes el barro, sientes la sangre, sientes el miedo que atenaza a los soldados, sus expresiones de desconcierto, el sumo cuidado con el que tratan sus objetos personales, única esperanza a la que aferrarse en medio del infierno que están viviendo.Y también observas la evolución (o no) del personaje de Doss, puedes entender su forma de actuar (o no), pero el debate está servido. Lo que es cierto es que tras este despliegue de fuertes emociones, perdonas al director por ese desliz que ha tenido en la primera hora de metraje y vuelves a pensar lo bueno que es.



                           Antes de que se me olvide, me gustaría empezar el recorrido por el reparto con el error de casting que he comentado con anterioridad. No soporto a Vince Vaughn, un tipo que se ha especializado en comedias y que no tiene ni pizca de gracia, y que si se atreve con algo más serio, sale escaldado (un lunar interpretativo en la fallida segunda temporada de True Detective (2014- ), por lo que su participación en esta película como el Sargento Howell es un insulto al espectador. Andrew Garfield es un actor al que no todavía no le he pillado el punto. Cierto es que me gustó bastante como Spider-Man, papel por el que ha sido vapuleado, pero todavía tiene que llegar la película que me lo confirme como uno de los actores a seguir. Esperemos que dicha película sea la nueva de Martin ScorseseSilencio (2016). Como el soldado Doss está bastante correcto, e incluso puede que acumule un buen puñado de nominaciones para la temporada de premios, ya que es un tipo de personaje muy del gusto de los académicos.Del resto del reparto me quedo con un siempre cumplidor Hugo Weaving, que encarna al padre del soldado Doss, y que sufre las secuelas de lo vivido en la 1ª Guerra Mundial.

                              En definitiva, otra muestra más de que el cine bélico está más vivo que nunca, a través de los ojos de un director valiente, que no se casa con nadie y cuyas virtudes cinematográficas le vienen como anillo al dedo al género. Lenta y algo cursi en su primer tramo, brutal y descarnada en toda la parte que se desarrolla en Okinawa, conforma un díptico que agradará a un amplio espectro de espectadores.


NOTA: 8/10

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